13 d’abril del 2011

Lágrimas de felicidad

Ayer fue un día emocionalmente inestable. Creo que viví uno de los momentos más contradictorios de mi vida. Me preguntaba si se puede estar feliz y triste a la vez. Triste y feliz. Feliz y triste. Pues sé ve que sí. Ayer estuve todo el día así. De aeropuerto en aeropuerto. De abrazo en abrazo. De lágrima a sonrisa. De sonrisa a lágrima. De alegría a tristeza. De tristeza a alegría.

Ayer entré en el aeropuerto de Praga. Llovía. En mi mente anoté que Praga me estaba despidiendo con lágrimas de pena por mi marcha. es una de esas cosas que pienso cuando sé que el momento que estoy viviendo va a acabar grabado en algún sitio. Praga estaba gris, como aquel día que llegué hace hoy dos meses. Y al cabo de horas desperté en Palma, no sin antes pasar por Frankfurt. No sin antes sentir una tristeza inexplicable en aquel avión medio vacío. No sin antes imaginarme como será la despedida final.

Pues eso, llegué a Palma. Y allí cogí la maleta, salí del aeropuerto, miré el sol, sentí la brisa, respiré y lloré. Lloré de felicidad. Lloré porqué me di cuenta de cuanto había echado de menos ese sol, ese aeropuerto, ese coche que venía a buscarme, esa madre que bajó y me dio un abrazo que me dejó sin respiración. Lloré porqué en el fondo no soy tan mala hija. Porque descubrí que echo de menos, aunque a mi manera.

Y lloré cuando entré por esa puerta verde y escuché ladrar ese perro que creció conmigo. Y también lo hice al ver la cara de sorpresa de la gente. Pero sobretodo de él. Él, que estando ahora aquí me doy todavía más cuenta de lo cerca que estuve de no volver a verle. Y él lo sabía, y ellos. Y yo lloraba, y él lloraba. Y lloraba de felicidad y tristeza a la vez. Y fue un drama, pero fue uno de los días más felices. A su manera, pero lo fue. Porqué la felicidad también puede venir de la mano de lágrimas de miedo y de dolor. Y lloré por ser afortunada de tener estas tres vidas.

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