26 d’abril del 2011

lo malo de los reencuentros son las despedidas

Lo malo de los reencuentros son las despedidas. Esas despedidas que empañan los ojos detrás de cristales de transportes públicos. Esas despedidas que entrecortan la respiración, que dejan sin habla, sin sueños, sin esperanzas. Esas despedidas que se atreven a poner en entredicho la definición de tiempo y de espacio.Esas despedidas que se atreven a crear otro mundo. Esas despedidas que duran segundos pero que se clavan en el alma como si de siglos se tratasen. Esas despedidas que duelen, aunque no sueltes lágrimas, aunque las tengas asimilidas, aunque sepas que nada es eterno. Esas despedidas que encogen el corazón, que lo hacen tan pequeño que nunca lo encontrarías. Esas despedidas que te rompen por dentro.

Lo malo del ser humano es la facilidad con la que se adapta a lo bueno. La facilidad con la que se habitua a las personas. La facilidad con la que llora y ama, con la que construye sueños nuevos, con la que se ilusiona y construye nuevos reencuentros. La facilidad con la que se siente vivo. La facilidad con la que incopora gente nueva a su mundo y la dificultad con la que no puede vivir sin ellos. La facilidad con la que mira el futuro sin sentir el presente, sin aceptar el dolor de las despedidas y la esperanza de los reencuentros. Sin aceptar la belleza de los abrazos que hablan, las miradas que abrazan y las palabras que callan. Lo malo del ser humano es que sueña con nuevos reencuentros cuando estos terminan.

Lo malo de los reencuentros son las despedidas. Lo bueno de las despedidas son los reencuentros

24 d’abril del 2011

Tan grande

Hay días que de golpe y porrazo lo ves todo más claro. Que sin quererlo, sin pensarlo y mucho menos, sin desearlo te das cuenta de muchas cosas. Más de las que querrías, más de las que en verdad necesitas saber, más de las que nunca creíste capaz de asimilar. Hay días que las nubes desaparecen para dar paso al sol que brilla con más claridad que nunca. Hay días que simplemente te quitan la venda de los ojos.

Y yo he tenido unos cuantos momentos estos dos días. Demasiados para tan corto espacio de tiempo. Demasiados para asimilarlos todos. Sé que suena raro, que ya debería haberlo notado, pero nunca antes un "ya eres TAN grande" había significado tanto para mi. Nunca antes había sido totalmente consciente de cada una de estas palabras. No sé si es porqué es la primera vez que utilizaba el TAN, pero la verdad que así es. Crecí, soy mayor. Más de lo que en ningún momento había deseado. Más de lo que en verdad quiero. Más de lo que en verdad me merezco.

Pues sí, soy tan grande. Ya no soy esa niña pero sigo asustándome con los caracoles. Sigo queriendo esos abrazos y esos arrumacos antes de ir a dormir. Sigo esperando con ansias que esa mano coja la mia y me la apriete fuerte. Tanto que duela, tanto que sepa que estás allí, que siempre estarás allí, que siempre podrás solucionar mis problemas.

Sí, soy tan grande.Crecí. Y tu, ahora, te quejas del silencio de casa, del orden que hay cuando no estoy, de mi ausencia, de los día sin verme. Sí, soy tan grande. Lo soy. Y tu ya mayor. Lo sabes. Lo sé. Y no me gusta. Entonces, ¿qué hacemos?

22 d’abril del 2011

(re-re)descubrir Praga

Semana Santa siempre había significado Mallorca. Eran las únicas fiestas que siempre pasaba en esa isla. Nada de Barcelona. Nada de viajes. Nada de estar fuera. Y ahora, ésta está siendo una semana santa rarísima. No es semana santa ni es nada. O almenos Praga no me lo está haciendo ver. Aquí, aquí solo tienen dos días de fiesta, aunque hace más de 15 días que esas casetas decoran la Old Town Square y todas las plazas. Y depende de como lo mires está más bella, o no. Depende de la perspectiva, del ánimo, de ti y de mi.

Y esta semana santa sirve para (re-re)descubrir Praga. Por segunda vez. Y que no sea la última! Sirve para (re-re)enamorarme de esta ciudad. Con este sol más caliente que el del mediterraneo, los palacios brillan más que nunca y la gente se apodera de las calles, pero estos días lo he llevado mejor que nunca. No sé si es por la compañía de los padres, por las ganas de enseñarles esta ciudad, por los helados o por el mismo sol. Pero es que todo esto me encanta. Me encanta tanto hasta tal punto que no me lo puedo ni creer. No puedo entender como una ciudad puede ser tan preciosa, como puede despertar tantos sentimientos, como puede esconder tanto, como te puede atrapar tan fácilmente, como puede tener tantos lugares mágicos, como puedes llegar a quererla tan rápido, como puede crear una dependencia tan gigante, como puede meterse dentro y no salir nunca de allí. Praga, me haces sentir tan viva. Tantas cosas que todavía no he sido capaz de descifrar, y mucho menos interioriar. Me haces sentir tanto que todavía no he sido capaz de encontrar las palabras para plasmarlo aquí y poderlo recordar cuando este sueño termine.

17 d’abril del 2011

placeres de mallorca

No hay nada mejor que Mallorca. O sí que lo hay, no puedo afirmar esto categóricamente. Pero seguro que no hay nada mejor que Mallorca de vacaciones. Mallorca está hecha de esos pequeños placeres que te abren los ojos y te recuerdan qué hermoso es vivir. Porqué no hay nada mejor que despertarse un domingo sin despertador y levantarse. Levantarse con la calma y levantar también esa persiana y que entren los rayos de sol más hermosos que has visto nunca. Esos rayos de sol que no te molestan, al contrario, te acarician enseñándote que guapa está Palma sin nisiquiera una nube y con la Serra de Tramuntana al fondo. Y abrir la ventana y respirar ese aire con regusto a sal, ese aire que te dice que a diez minutos está el mar. Ese mar. El mar partícipe de tu vida. El mar en el que has nadado, el mar que has navegado, el mar donde has llorado, donde has amado. El mar. Mi mar. El mediteraneo. Y despertar y oir la sirena de los barcos y escuchar como las gaviotas les contestan. Y desayunar. Pero desayunar como sólo hago aquí. Con un zumo natural recién exprimido con las naranjas de casa y un pa amb oli con queso de Mahón. Y con las aceitunas. Y leyendo el periódico. Y todo esto amenizado con Jack Johnson, mi compañero esta mañana dominguera. ¿Es o no esto un pequeño gran placer de la vida?

Igual que lo es ir a esas playas que solo sabemos nosotros. Esas playas que estan en la otra punta de la isla, pero que estan y te recuerdan porqué quieres tanto esta Isla. Y ir hasta allí, aunque haga frío, aunque nadie se atreva a tocar el agua. Y pasar las horas y ver como la luz cambia. Como se pasa de aquellos rayos de luz amarillos, a los anaranjados tan típicos de los atardeceres mallorquines. Y recordar porqué amas los veranos mallorquines. Y ver los reflejos del sol que está a punto de irse sobre las rocas y el agua. Y ver como poco a poco se cambia el sol por la luna. Y seguir allí, sin pensar. Solo respirando. Sobreviviendo. Viviendo.

13 d’abril del 2011

Lágrimas de felicidad

Ayer fue un día emocionalmente inestable. Creo que viví uno de los momentos más contradictorios de mi vida. Me preguntaba si se puede estar feliz y triste a la vez. Triste y feliz. Feliz y triste. Pues sé ve que sí. Ayer estuve todo el día así. De aeropuerto en aeropuerto. De abrazo en abrazo. De lágrima a sonrisa. De sonrisa a lágrima. De alegría a tristeza. De tristeza a alegría.

Ayer entré en el aeropuerto de Praga. Llovía. En mi mente anoté que Praga me estaba despidiendo con lágrimas de pena por mi marcha. es una de esas cosas que pienso cuando sé que el momento que estoy viviendo va a acabar grabado en algún sitio. Praga estaba gris, como aquel día que llegué hace hoy dos meses. Y al cabo de horas desperté en Palma, no sin antes pasar por Frankfurt. No sin antes sentir una tristeza inexplicable en aquel avión medio vacío. No sin antes imaginarme como será la despedida final.

Pues eso, llegué a Palma. Y allí cogí la maleta, salí del aeropuerto, miré el sol, sentí la brisa, respiré y lloré. Lloré de felicidad. Lloré porqué me di cuenta de cuanto había echado de menos ese sol, ese aeropuerto, ese coche que venía a buscarme, esa madre que bajó y me dio un abrazo que me dejó sin respiración. Lloré porqué en el fondo no soy tan mala hija. Porque descubrí que echo de menos, aunque a mi manera.

Y lloré cuando entré por esa puerta verde y escuché ladrar ese perro que creció conmigo. Y también lo hice al ver la cara de sorpresa de la gente. Pero sobretodo de él. Él, que estando ahora aquí me doy todavía más cuenta de lo cerca que estuve de no volver a verle. Y él lo sabía, y ellos. Y yo lloraba, y él lloraba. Y lloraba de felicidad y tristeza a la vez. Y fue un drama, pero fue uno de los días más felices. A su manera, pero lo fue. Porqué la felicidad también puede venir de la mano de lágrimas de miedo y de dolor. Y lloré por ser afortunada de tener estas tres vidas.

12 d’abril del 2011

Hasta luego

Sólo ha sido un "hasta luego" y ya me he sentido vacía. Sólo ha sido un "nos vemos en una semana" y ya me ha temblado la voz. Dos meses, o lo que es lo mismo, 58 días, y ya me asusta decir palabras que impliquen un tiempo sin veros. Empieza la dependencia hacia vosotros, hacia esta ciudad, hacia este estilo de vida al que uno se adapta tan fácilmente. Porqué aquí, aquí mis amigos, es tan fácil ser feliz. Es tan fácil como tomarse un chocolate caliente con nata, que no haga frío, sentarse en el bar a orillas del Moldava, observar el río, el puente y el castillo, sentir el sol, respirar... y escuchar las canciones, a cada cual mejor, que toca ese chico con la guitarra. Esto es lo que amo de Praga, de vosotros. Amo la facilidad con la que me sabéis dar momentos que guardo para la eternidad. Amo que en mis días malos estéis allí para hacerlos menos malos. Amo que me permitáis ser mejor persona cada día, que compartáis esos pequeños momentos de felicidad en minúsculas. Amo saber que pensáis en mi. Amo mi vida aquí. Y la amo demasiado. Tanto que os digo "hasta luego" y tengo que reprimir algunos sentimientos, porqué me quedaría abrazada a vosotros, parando el tiempo y quedándonos aquí, en esta ciudad. Me quedaría abrazandos porque no quiero que desaparezcáis, no quiero ver como os esfumáis. Porque os digo que soy fuerte, que yo no lloro.Pero eso es una mentira relativa. En las despedidas yo no lloro lágrimas, lloro interiormente. Y eso, creedme, es todavía peor.

compartir contigo

Compartir la vida siempre ha sido una de las mayores aficiones de los humanos. Nos encanta proclamar a los cuatro vientos cuan felices somos. Nos enorgullece enseñar nuestros éxitos, nuestras victorias. Nos apasiona poder explicar nuestras batallitas, nuestros logros. Nos sentimos vivos cuando involucramos a los demás en nuestras historias. Cuando les podemos hacer partícipes de nuestro día a día, de nuestra vida.

Y este fin de semana, por fin, he podido proclamar delante de una parte muy importante de mi vida mi amor por Praga. Porque este fin de semana han confluido mis vidas, esas que estan separadas, esas que parecen líneas paralelas de tramvia que nunca se tocan. Pero esta vez lo han hecho. Lo han hecho y han dado lugar a un momento perfecto. A unos tres días intensos. Este fin de semana, por fin, se ha cumplido algo que hacía tanto tiempo que esperábamos, que imaginábamos. Se ha cumplido y hemos sido conscientes, lo hemos disfrutado. Pero también nos hemos lamentado porque ya haya sido.

Junto a Maria me he (re)enamorado de Praga, la he (re)descubierto, la he (re)vivido. Con ella me he dado el placer de, por unos días, volver a imaginar que pisaba las calles de esta ciudad de cuento de hadas por primera vez. He intentado aceptar esas mareas de turistas que vienen a invadir mi casa. Y lo he hecho más mal que bien, pero que importa porque ella estaba aquí. Y la vista que ha ofrecido el Letna ha hecho que mis ojos brillaran más que nunca. Porqué estaba con ella. Ella me ha hecho sentir orgullosa de mi elección, de mi hogar. Orgullosa de mi, de estos casi dos meses de aventuras, de mi gente aquí.

Pero ella ya se ha ido, y con ella ese regusto que te dejan las combinaciones raras. Ese regusto que me ha apasionado y que quiero volver a saborear con aquel que acepte el reto de venri aquí y no enamorarse.

7 d’abril del 2011

La felicidad, en minúsculas

A veces me da miedo pensar que no disfrutamos suficientemente de la vida. Que pase la vida buscando la felicidad y cuando piense en lo que he vivido me de cuenta que ya me pasé la estación buscando la estación principal. Me asusta pensar que hay demasiados días que nos acostamos sin saborear esos pequeños momentos felices que tienen todos los días. Nos empeñamos en pensar que nuestra vida puede ser mejor, que lo malo siempre es más importante que lo bueno, que la felicidad está al final del camino, que la tormenta siempre tapa el sol y que la felicidad se escribe en mayúsculas. Pero la verdad, todos debéis saber (si no lo sabéis ya) que la felicidad se escribe en minúsculas. La felicidad no es única, no tiene sentido por sí sola. La felicidad no existe más allá de nuestro día a día. La felicidad no es mirarnos en veinte años vista y ver que hemos conseguido todo lo que anhelábamos. Que tenemos hijos, trabajo, un marido que nos quiera y que hemos viajado por todo el mundo. La felicidad es algo más simple que todo eso. Es disfrutar de los pequeños placeres de la vida. La felicidad es lo que Praga me está dando a mi. Con momentos de inmensa felicidad, con momentos de esos que en Barcelona pasan casi desapercibidos. Y no porqué no los tenga, sinó porque no los interiorizo. La felicidad, la de con letras minúsculas pero más mayúsculas que nunca porque es la que en verdad me alegra, la he encontrado hoy en el tranvía, con Sabina, la piña y el sol. La felicidad llegó hasta mi observando el Moldava, andando sin rumbo, sentada en el césped, hablando de temas banales, mirando a los ojos de alguien, pensando que eso es felicidad y disfrutándolo.

4 d’abril del 2011

esto empieza a funcionar

Es domingo según el calendario que tenemos colgado en la habitación. Un calendario que se empeña en mostrarnos una Praga soleada que destaca la Iglesia de San Nicolás. Es domingo, 3 de abril, y con él termina una semana más. La séptima. El mes y tres semanas. Termina, empieza o continua (¡qué más da!) una semana que ha ido in crescendo y que ha puesto, poco a poco, las cosas en su sitio. Con diferente compañero de habitación han pasado estos 10 días sin Júlia. Estos 10 días que son una eternidad, pero que no son tanto. Contradicciones de la vida. Contradicciones del Erasmus.

Esta semana el sol ha sido el principal protagonista de Praga. Y de mi vida. Una vida que ahora mismo no sabe de futuros, aunque otros la tengan planeada al milímetro. Una vida que se queda en el presente y se ahoga cuando piensa más allá de setiembre. Una vida que poco a poco se ha ido adaptando a Praga, con más facilidad que dificultades. Una vida que ahora quiere vivir, porqué cuando se superan momentos difíciles, siempre te levantas con más fuerzas, con más ganas, con más ansias. Y ahora, estoy en ese momento. Porque esta ha sido una semana clave. Diría que otro punto de inflexión. Desde Mallorca, por fin, llegan noticias buenas. Y aquí, a quilometros de allí, las buenas noticias crean buenas noticias. Más por más, es más. Y sino, que se lo digan a Dresden, que ha ayudado demasiado.

Dresden ha hecho que tenga que empezar a tragarme mis palabras. Yo, esa mallorquina tan mallorquina, amante de Mallorca y odiante de Alemania y sus alemanes. Este fin de semana ha hecho que me tenga que empezar a replantear mis ideas. Y eso, no es malo, para nada, pero me sorprende. Este ha sido el fin de semana de la tranquilidad, de los helados, de no pensar. De disfrutar, de encefalograma plano, de comer. Ha sido la ciudad del biergarten, el césped y el río. La ciudad del Brunch y los modernos. Dresden ha sido la ciudad que me ha vuelto a demostrar que no siempre puedo estar a la altura y que los prejuicios son esos, prejuicios. Y esto me gusta redescubrirlo aquí, en centroeuropa, en un erasmus que aunque suene a tópico, me está cambiando.