Lo malo de los reencuentros son las despedidas. Esas despedidas que empañan los ojos detrás de cristales de transportes públicos. Esas despedidas que entrecortan la respiración, que dejan sin habla, sin sueños, sin esperanzas. Esas despedidas que se atreven a poner en entredicho la definición de tiempo y de espacio.Esas despedidas que se atreven a crear otro mundo. Esas despedidas que duran segundos pero que se clavan en el alma como si de siglos se tratasen. Esas despedidas que duelen, aunque no sueltes lágrimas, aunque las tengas asimilidas, aunque sepas que nada es eterno. Esas despedidas que encogen el corazón, que lo hacen tan pequeño que nunca lo encontrarías. Esas despedidas que te rompen por dentro.
Lo malo del ser humano es la facilidad con la que se adapta a lo bueno. La facilidad con la que se habitua a las personas. La facilidad con la que llora y ama, con la que construye sueños nuevos, con la que se ilusiona y construye nuevos reencuentros. La facilidad con la que se siente vivo. La facilidad con la que incopora gente nueva a su mundo y la dificultad con la que no puede vivir sin ellos. La facilidad con la que mira el futuro sin sentir el presente, sin aceptar el dolor de las despedidas y la esperanza de los reencuentros. Sin aceptar la belleza de los abrazos que hablan, las miradas que abrazan y las palabras que callan. Lo malo del ser humano es que sueña con nuevos reencuentros cuando estos terminan.
Lo malo de los reencuentros son las despedidas. Lo bueno de las despedidas son los reencuentros