17 d’abril del 2011

placeres de mallorca

No hay nada mejor que Mallorca. O sí que lo hay, no puedo afirmar esto categóricamente. Pero seguro que no hay nada mejor que Mallorca de vacaciones. Mallorca está hecha de esos pequeños placeres que te abren los ojos y te recuerdan qué hermoso es vivir. Porqué no hay nada mejor que despertarse un domingo sin despertador y levantarse. Levantarse con la calma y levantar también esa persiana y que entren los rayos de sol más hermosos que has visto nunca. Esos rayos de sol que no te molestan, al contrario, te acarician enseñándote que guapa está Palma sin nisiquiera una nube y con la Serra de Tramuntana al fondo. Y abrir la ventana y respirar ese aire con regusto a sal, ese aire que te dice que a diez minutos está el mar. Ese mar. El mar partícipe de tu vida. El mar en el que has nadado, el mar que has navegado, el mar donde has llorado, donde has amado. El mar. Mi mar. El mediteraneo. Y despertar y oir la sirena de los barcos y escuchar como las gaviotas les contestan. Y desayunar. Pero desayunar como sólo hago aquí. Con un zumo natural recién exprimido con las naranjas de casa y un pa amb oli con queso de Mahón. Y con las aceitunas. Y leyendo el periódico. Y todo esto amenizado con Jack Johnson, mi compañero esta mañana dominguera. ¿Es o no esto un pequeño gran placer de la vida?

Igual que lo es ir a esas playas que solo sabemos nosotros. Esas playas que estan en la otra punta de la isla, pero que estan y te recuerdan porqué quieres tanto esta Isla. Y ir hasta allí, aunque haga frío, aunque nadie se atreva a tocar el agua. Y pasar las horas y ver como la luz cambia. Como se pasa de aquellos rayos de luz amarillos, a los anaranjados tan típicos de los atardeceres mallorquines. Y recordar porqué amas los veranos mallorquines. Y ver los reflejos del sol que está a punto de irse sobre las rocas y el agua. Y ver como poco a poco se cambia el sol por la luna. Y seguir allí, sin pensar. Solo respirando. Sobreviviendo. Viviendo.

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