16 de març del 2011

y la vida sigue

No estaba presente en Praga para poder celebrar con ella este mes de relación. La abandoné por Budapest durante tres días y no pude celebrar con ella esa fecha, decirle cuánto le agradezco su existencia, cuánto la comparo con las demás. Eso lo pensaba el día que hacía un mes, mientras observaba el Danubio desde el bastión de los pescadores. Ahora, tres días después no sé si estar aquí es lo correcto. Debería estar en Mallorca. O quizás no, porqué no puedo hacer nada. Pero la distancia me vuelve a comer por dentro, como hace quince días. Vuelvo a sentir la impotencia. Me corroe pensar que estoy aquí, y no seré hipócrita, feliz, mientras otros están allí. Me preocupo, claro, y también lloro ¿cómo no voy a hacerlo? Pero aquí, contigo Praga, todo es tan diferente. Ha pasado un mes en que cada día he descubierto más cosas. He hecho tanto pero tengo la sensación que he hecho tan poco. He hecho amigos, a los que ya quiero. Es de esas sensaciones que siempre me han parecido extrañas. ¿Cómo puedes llegar a querer a una persona que hace menos de treinta días todavía no existía en tu vida? ¿Cómo puede ser ahora un pilar básico en tu vida? ¿Cómo puedes pensar que vas a echarla tanto de menos cuando todavía la tienes que conocer más, cuando todavía tienes que compartir tanto con ella? Es raro esto de los sentimientos. Muy raro.

Y aunque ha pasado un mes, y aunque os dije que era consciente de que estaba aquí, creo que realmente no lo soy. Todavía me sorprende girar Narodni Divadlo y encontrarme con el castillo y el moldava. No sé si seré capaz de asimilar la belleza que irradía esa postal. Creo que nunca podré captar todos y cada uno de los detalles. detalles que son todavía más preciosos ahora que Praga se despierta con un sol que empieza a calentar. Porqué estás mucho más bella que cuando nos conocimos. Más bella, pero más usada. Porqué, irónicamente, odio los turistas que se pasean por tus calles. Me cansan. ¿Pero qué soy yo?

Y me tienes hambrienta. Hambrienta de vivir, de soñar, de experimentar. Hambrienta de descubrir hasta dónde puedo llegar. Porqué sé que esto pasa una vez en la vida, como mucho dos, y quiero aprovecharlo. No quiero nada de lamentaciones, que en realidad no han existido estos días. No quiero recordarlo y pensar cuánto me dejé por hacer. También me tienes hambrienta de verdad, Praga. Necesito comida a todas horas. No sé si será por el frío, porqué Gonzalo siempre come chocolate y galletas o porqué somos unos abuelitos a los que nos gusta compartir pasteles. Pero Praga, me haces tener hambre.

Hambre y risas. Y belleza. Y esperanza. Me das la ilusión cada mañana. Porqué se que estás allí y me deparas algo nuevo. Ya no me molesta cuando el sol me despierta a las 7 de la mañana y me avisa de la llegada de un nuevo día. Me gusta esta incerteza de no saber qué va a ser de nosotras hoy. Si vamos a terminar saliendo, cenando juntos o hablando hasta las tantas. Si vamos a ir al Vagon, a comer al Einstein (ahora conocido como Templario) o al Atmosphere. Si iremos a un piso o nos quedaremos justo aquí, en Mordor. Si me enseñarás siempre tu misma cara o me darás la oportunidad de perderme en alguna de tus calles.

Así que llegados a este punto, brindo por este mes, por los paseos que me esperan, por los amigos que me quedan por hacer, por los que no voy a olvidar. Brindo por mi, por ti, por Praga. Brindo porqué este amor sea eterno.

0 opinions:

Publica un comentari a l'entrada